Hablemos de VIH
En la actualidad, hablar del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un tema de controversia. Para muchos, todavía el virus que produce el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) es sinónimo de fatalidad y por esto, la gran mayoría de los pacientes de nuevo diagnóstico atraviesan por un proceso de tragedia, en el que su propia creencia se suma al aislamiento social que sus mentes dictan ante el enfrentamiento con una entidad que lejos de significar muerte, se asemeja a cualquier otra patología crónica que demanda compromiso y responsabilidad.
¿Por qué el estigma?
Temprano en la década de los 80’s, cuando se comenzó a estudiar el VIH, fueron enfermedades graves las que hicieron sentir la presencia de este nuevo virus, enfermedades poco comprendidas y por lo tanto, no se contaba con tratamiento eficaz. Estas enfermedades, denominadas “infecciones oportunistas” tenían prácticamente una evolución natural en el huésped, llevando en su gran mayoría a la muerte.
Más adelante se obtuvo el conocimiento de que estas enfermedades ocurrían en el paciente una vez el VIH había logrado afectar intensamente el sistema inmunológico, de aquí que el organismo no era capaz de iniciar la respuesta adecuada para defenderse contra esos diversos patógenos.
Hoy en día, sabemos que estas infecciones son en parte las que determinan que el paciente haya evolucionado desde infección por VIH, hasta padecer el SIDA. Sin tratamiento específico para las infecciones oportunistas ni para el VIH, la tasa de mortalidad era sumamente elevada, y los pacientes que sobrevivían algún periodo de tiempo, la calidad de vida era muy paupérrima, siendo susceptibles a múltiples complicaciones que en un plazo corto, tenían una evolución fulminante.
¿Qué ha cambiado desde esos días?
Mucho ha cambiado desde los primeros casos de neumonía por Pneumocystis jiroveci (antes carinii), hasta nuestros tiempos. Junto con el estudio y la comprensión de la evolución de la enfermedad, el advenimiento del tratamiento contra el VIH (antiretroviral), y el manejo y prevención de las enfermedades oportunistas, han logrado que en la actualidad el paciente diagnosticado con VIH e iniciado a tiempo con el tratamiento, tenga una sobrevida igual a la de la población en general, en otras palabras, el paciente VIH tratado, muere por las mismas causas que un paciente no VIH.
¿Cómo es el seguimiento del paciente VIH positivo?
Una vez sea diagnosticado, al paciente VIH se le ofrece todo el apoyo psicológico que necesite, esto en base a lo antes ya expuesto, buscando que cada paciente comprenda lo que hasta este momento hemos explicado.
La información sobre su estatus serológico es estrictamente confidencial, solo el paciente tiene el derecho de informar a terceras personas sobre su diagnóstico, siendo una excepción el caso en que se trate de un paciente con discapacidad mental, en el que su diagnostico condicione algún manejo que necesite una autorización o conlleve algunas circunstancias. El médico tratante realizará una serie de pruebas de laboratorio antes de iniciar el manejo antiretroviral para determinar el grado de afección del sistema inmunológico y descartar la presencia de infecciones que no se estén manifestando en ese momento y que necesiten igualmente ser manejadas.
Una vez se reciban estos resultados, se decide cual esquema de tratamiento es el más recomendable, ya que no todos los pacientes ameritan los mismos medicamentos. El médico recomienda, pero el paciente es el responsable de decidir el momento cuando se sienta preparado y listo para asumir el compromiso del tratamiento. Una vez iniciado, el tratamiento no puede ni debe suspenderse, y el médico lo citará para seguimiento dependiendo de la individualidad de cada caso. Hasta el momento, el VIH no tiene cura, y la suspensión del tratamiento conlleva numerosas complicaciones
Dr. David de Luna
Infectólogo